30 años de debates sobre instrumentalidad:  
reflexiones desde la experiencia docente e  
investigativa del Trabajo Social en Costa Rica  
30 Years of Debates on Instrumentality: Reflections from Teaching and  
Research Experience in Social Work in Costa Rica  
Freddy Esquivel Corella*  
Resumo: El presente artículo retoma el debate  
sobre instrumentalidad que alcanzó 30 años de  
madurez y expansión en el Trabajo Social de  
América Latina, repercutiendo en los procesos  
formativos, investigativos y de reproducción del  
ejercicio profesional. En Costa Rica -como en el  
resto de Centroamérica- adquirió un lugar  
fundamental que ha debido enfrentar  
Abstract: This article resumes the debate on  
instrumentality, which has matured and  
expanded for 30 years in Latin American social  
work, impacting academic, research, and  
professional reproduction processes. In Costa  
Rica—as in the rest of Central America—it has  
acquired a fundamental position, but has had to  
confront certain intellectual, academic,  
political, and ethical conditions that challenge  
the rigor, depth, and analytical rigor inaugurated  
by Dr. Yolanda Demetrio Guerra's masterpiece  
in 1995.  
determinadas  
condiciones  
intelectuales,  
académicas, políticas y éticas que desafían el  
rigor, la profundidad y el asidero analítico que  
se inauguró con la obra maestra de la profesora  
Dra. Yolanda Demetrio Guerra en 1995.  
Palavras-chaves: Instrumentalidad, Trabajo  
Keywords: Instrumentality; Social Work;  
Social; Marxismo; Historia; Costa Rica.  
Marxism; History; Costa Rica.  
A modo de introducción y remembranza:  
El presente escrito fue elaborado para su exposición en la celebración del treinta  
aniversario1 de la obra “A Instrumentalidade do Serviço Social”, de la profesora visitante de la  
Universidad Federal de Juiz de Fora (Brasil) Dra. Yolanda Guerra, publicado por primera vez  
en 1995 por la Editora Cortez (São Paulo, Brasil).  
* Universidad de Costa Rica. E-mail: freddy.esquivel@ucr.ac.cr  
1 Dicha actividad académica se llevó a cabo los días 2 y 3 de julio del 2025, en las instalaciones de la Universidad  
Federal de Juiz de Fora (Minas Gerais), con el apoyo de la Universidad Federal Fluminense (Río das Ostras), de  
la Universidad Federal de Rio de Janeiro, teniendo financiamiento de FAPEMIG y el respaldo de la Asociación  
Brasileña de Enseñanza y Pesquisa en Servicio Social, en tanto conmemoración previa a la celebración de los 100  
años de fundación de la primera Escuela de Servicio Social en América Latina (Santiago, Chile, 1925).  
DOI: 10.34019/1980-8518.2025.v25.49487  
Esta obra está licenciada sob os termos  
Recebido em: 17/07/2025  
Aprovado em: 13/11/2025  
Freddy Esquivel Corella  
Las páginas que continúan, se sustentan en bibliografía especializada sobre el tema, pero  
también, en algunas narraciones de la propia experiencia de quien escribe, en razón de la  
trayectoria de acompañamiento que se ha tenido sobre el debate de la instrumentalidad en el  
contexto costarricense, y que, a la vez, permite rememorar estas tres décadas de idas y venidas  
alrededor del lugar y el sentido del ejercicio del Trabajo Social.  
Inicialmente cabe situar que debatir acerca de instrumentalidad en la categoría  
profesional, solamente ha sido posible a partir del camino recorrido, con fracturas y  
prolongaciones, en el sentido más amplio que direccionó el llamado Movimiento de  
Reconceptualización, en tanto evidencia tangible, con el paso de las décadas, de los esfuerzos  
de maduración, diversidad y pluralidad en el campo del Trabajo Social, planteando, desde  
entonces, una confrontación con las posiciones conservadoras y positivistas hegemónicas, al  
tenor de un estudio más riguroso, profundo y complejo, tanto de la obra marxiana, como, entre  
otras vertientes, del inédito aporte del filósofo húngaro G. Lukács (Sousa, 2016; Faria; Silva,  
2021).  
Desde la experiencia de quien escribe, derivada desde el istmo centroamericano, la faena  
de familiarizarse y asimilar el debate de instrumentalidad, en absoluto ha sido sencillo; se  
constituyó en un desafío personal, intelectual, político, académico y profesional.  
En América Central el llamado Movimiento de Reconceptualización, fue el contacto más  
intenso que esta región de Latinoamérica alcanzó con el patrimonio de los avances  
profesionales de Suramérica, como con los sustentos que aún perduraban del Servicio Social  
europeo (Faleiros, 1976).  
696  
La consolidación de las primeras experiencias académicas y las complejidades  
derivadas por legitimar y sustanciar el mundo laboral y profesional de dicha categoría en  
Centroamérica, tuvieron como base fundacional el Social Work, una praxis impregnada del  
proyecto societal norteamericano yanqui, forjada en los emporios metropolitanos  
industrializados y financieros de New York, Chicago, Columbia, entre otros (Luquet; Monroe,  
2022).  
Dichos entornos, se distanciaban completamente de las devastadas naciones  
centroamericanas, sometidas a la invasión y el etnocidio español, el constante asedio británico,  
y el filibusterismo norteamericano, maniobrando para someter este estrecho, pero estratégico  
territorio, al llamado “Destino Manifiesto” (Fonseca, 2013), lo cual, se potenció con la  
expansión del capitalismo monopolista y su materialización en una economía desigual y  
combinada como explicó Marini (1981).  
Libertas, Juiz de Fora, v. 25, n. 2, p. 695-716, jul./dez. 2025. ISSN 1980-8518  
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El Social Work, en tanto praxis fenomenológicamente diferenciada del Servicio Social europeo  
y sus ramificaciones en América del Sur (Esquivel, 2024), se caracterizó desde inicios del siglo  
XX, por tratar de responder al proyecto capitalista norteamericano (Devine, 1922), cuyos  
marcos filosóficos y teórico-sociales eran próximos al pragmatismo, al utilitarismo, al  
conductismo, al estructuralismo, al funcionalismo, y también, transversalizado por influencias  
teológico protestantes anglosajonas, donde más adelante, el psicoanálisis clásico fue  
adquiriendo preponderancia (Yelolly, 1980; Payne, 2005).  
En términos del debate que aquí nos convoca, los basamentos para Centroamérica  
fueron tendencialmente derivados de la racionalidad lógico formal abstracta (Gutiérrez;  
Miranda, 2014), encuadrado ello en la prolongación de la decadencia ideológica, como  
explicaba Lukács (1968), pero aún más exacerbada, sumado a las antinomias de vectores  
deontológicos cargados de referenciales puritanos y protestantes, que tomaron lugar en una  
ética ya bastante bien caracterizada por Max Weber (2004).  
En esas condiciones, el debate marxista, a lo sumo, fue colocado como nota al pie en  
algunas clases de desarrollo y teorías económicas, acentuando aquel sesgo economicista, ya  
debatido en bastante literatura más cercana a los análisis ontológicos. Durante la llamada Guerra  
Fría2, ese contenido prácticamente se fue disolviendo (Rojas; Solano, 2018), junto a la  
nomenclatura “cuestión social”, que había llegado a estas latitudes por influjos anarquistas,  
socialistas, reformistas, y con ciertos representantes de un liberalismo social de las oligarquías  
locales, mostrando, al mismo tiempo, poca evidencia de su lugar en el discurso de la Iglesia  
Católica, debido a la carencia de una capa de intelectuales del clero formados en doctrina social  
(Brenes, 2019).  
697  
Existe importante literatura profesional que explica que el marxismo que se filtró  
durante el Movimiento de Reconceptualización, estuvo signado por el estructuralismo francés,  
el uso de segundas fuentes, mostrando una importante positivización, siendo interpretado en un  
2
El contexto donde se desarrolla más cercanamente la defensa de la racionalidad instrumental. Según Guerra  
(1995), es en la pos Segunda Guerra Mundial, cuando el imperialismo norteamericano pasa a comandar la  
hegemonía internacional, donde su racionalidad reposa al nivel de una política capaz de mantener la dominación  
necesaria y la sobrevivencia del sistema capitalista. Léase: El contexto de la crisis de hegemonía del imperialismo  
norteamericano, que desarrolla en los países capitalistas dependientes formas agresivas y represivas de control,  
aquella razón racionalista, tecnocrática, instrumental es colocada en cuestión, ya que el foco de análisis pasa a ser  
las consecuencias y costos sociales que derivan del desenvolvimiento de las fuerzas productivas (Guerra, 1995, p.  
74). En ese mismo entorno histórico, la autora subraya que se encuentra la presencia de un nuevo interlocutor en  
la crisis de los paradigmas, el cual es el neo-irracionalismo, que se apoya en la racionalidad formal, cayendo en el  
escepticismo de las posibilidades de la razón, a saber: “La consecuencia es, conforme observa Lukács (1968), la  
destrucción de la razón, dado que la ataca en sus fundamentos constitutivos y disuelve su perspectiva universalista,  
excluye la necesidad del concepto, niega la objetividad, transformándolos en elementos exógenos al sistema”  
(Guerra, 1995, p. 70).  
Freddy Esquivel Corella  
sentido doctrinario, militante y de activismo armado (Iamamoto; Dos Santos, 2021), lo cual, en  
terrenos como el Centroamericano, recibió poca resistencia, debido al escaso arco intelectual  
que pudiera hacer frente a esos sesgos (Esquivel, 2021).  
Se sumó a ello, el entorno convulso de inestabilidad política y persecución ideo-  
partidaria y sindical, impulsado también desde el imperialismo norteamericano, con el que  
comulgaban bastantes oligarquías de la zona (Pérez, 1990; Fonseca, 2013), como a su vez,  
porque el aguante conservador en Trabajo Social3, ganó terreno para neutralizar y confinar sus  
cuestionados avances, revalidando, modernizando y maniobrando bajo los entonces discursos  
progresistas del desarrollo humano, la calidad de vida, el combate a la pobreza y los derechos  
humanos, en ambientes de reconstrucción democrático electorales (Esquivel; Silva, 2025).  
Una conclusión interesante, es que en lugar de una “virada”, en estos procesos  
académicos y gremiales en Centroamérica, más bien se intensificó el sincretismo, que según  
Netto (1995), ha caracterizado genéticamente a esta profesión, posteriormente oxigenado por  
el neopositivismo, el neoconservadurismo, el postestructuralismo y la posmodernidad, en un  
difuso entramado con el neodesarrollismo y los primeros influjos neoliberales; las posturas más  
críticas hasta ahora localizadas, fueron ciertas oscilaciones desde algunos referentes de la  
llamada Escuela de Frankfurt y la obra de Habermas (Esquivel, 2021, 2024).  
Todo lo expuesto, ilustra las condiciones imperantes y las implicaciones que ello  
generaba para, en primer lugar, tener un acercamiento, no quisiera escribir casual, con las obras  
producidas principalmente en Brasil y ahí con la tradición marxista.  
698  
Fue en Guatemala en 1995, en el XV Seminario Latinoamericano de Escuelas de  
Trabajo Social y Servicio Social, que se materializó el contacto con la producción de Cortez  
Editora; tanto para El Salvador, Guatemala y Costa Rica, ese espacio brindó el primer marco  
de acercamiento a la Biblioteca Latinoamericana de Servicio Social, coordinada en ese entonces  
por el profesor Dr. Carlos Montaño de la Universidad Federal de Río de Janeiro (Brasil); no  
circulaba aún en castellano4 el libro de la profesora Dra. Yolanda Guerra sobre  
instrumentalidad5.  
3
Es un imperativo hacer mención, que, a pesar de ese entorno, por un corto tiempo operó desde la Universidad  
Autónoma de Honduras, la Maestría Latinoamericana de Trabajo Social, que se constituyó en un brazo de densidad  
académica para esta región, aunque luego pasó ser absorbida por los direccionamientos neodesarrollistas, que han  
moldeado un número importante de programas de posgrado de dicha rama en Centroamérica (Esquivel, 2021).  
4
En castellano empezó a circular en 2007, nuevamente gracias al esfuerzo de Cortez Editora, bajo el tesonero  
trabajo de traducción de la profesora Dra. Kattia Marro y el profesor Dr. Ramiro Dulcich.  
5 Sin embargo, fue tal el impacto de ese intercambio, que para el año 1996 se celebró en San José de Costa Rica,  
el I Congreso Universitario Internacional de Estudiantes de Trabajo Social, que fue un evento pensado para  
conectar nuevas generaciones estudiantiles, animar la organización universitaria en América Latina y definir una  
agenda de posibles eventos, gracias a los recursos de las universidades públicas de la región; la consigna de ese  
encuentro fue: “El Trabajo Social en el contexto de las políticas neoliberales”.  
Libertas, Juiz de Fora, v. 25, n. 2, p. 695-716, jul./dez. 2025. ISSN 1980-8518  
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La profesora Yolanda Guerra donó en ese tiempo ejemplares de su recién publicada obra  
sobre instrumentalidad en lengua portuguesa; a lo cual, es menester remembrar, que no se había  
localizado contemporáneamente, evidencia significativa, de un diálogo histórico desde  
Centroamérica con Brasil, en materia de debates académicos y profesionales; quizás, porque  
fue ahí uno de los epicentros del Movimiento de Reconceptualización que habían combatido  
las fuerzas conservadoras del Trabajo Social centroamericano, a su vez, porque aún se  
localizaban influencias marxistas, o bien, debido a que se privilegiaba la bibliografía  
norteamericana, o de otras ramas de las llamadas ciencias sociales, humanas o de la filosofía  
expresamente positivizada6.  
Cabe aclarar que para entonces circulaban en esta región obras del Centro  
Latinoamericano de Trabajo Social (CELATS), órgano de investigación y formación de la  
entonces Asociación Latinoamericana de Escuelas de Trabajo Social (ALAETS) (CELATS,  
1983), así como selectas producciones de la Editorial Hvmanitas, Ecro y Espacio Editorial; en  
esos años, el acceso a internet era extremadamente restringido y con poco contenido si se le  
compara con la actualidad.  
Se logró, con el paso del tiempo, tener más acceso a la bibliografía en castellano de la  
Biblioteca Latinoamericana de Servicio Social como la obra de Pereira (2002), Netto (1995) e  
Iamamoto (1995), así como algunos libros y revistas en portugués, sin embargo, se adolecía de  
muestras de su calado en los procesos formativos, debates gremiales o estudiantiles, que, casi  
al finalizar la década del noventa del siglo pasado y los inicios del presente, tenían poca  
sustancia relacionada con las agendas de discusión profesional.  
699  
A pesar de ello, un limitado grupo estudiantil colocó la necesidad de aprender a leer  
portugués con la finalidad de ampliar el acervo bibliográfico que circulaba en el país, para junto  
a ello, tratar de resolver ciertas demandas académicas vinculadas con sus trabajos finales de  
graduación de licenciatura, aspirar a intercambios con universidades brasileñas y abonar a las  
tareas docentes con nuevos insumos.  
Sin embargo, uno de los desafíos más determinantes que la obra de Guerra (1995) planteaba,  
en absoluto se lograba resolver sin un esfuerzo intelectual y político mayor: estudiar  
6
Por ejemplo, para ese entonces en Costa Rica era explicada como: “(…) una disciplina y una profesión con  
objetivos de cambio social, mediante la intervención asistencial, terapéutica, promocional, educativa y  
concientizadora en la búsqueda de la realización de los derechos humanos en todas sus formas y manifestaciones.  
Para ello explícita tres dimensiones de estudio e intervención: a) el subsistema microsocial que comprende  
individuos, familias, grupos y organizaciones de base; b) el subsistema intermedio o mezzosocial que supone la  
gerencia de programas sociales públicos y privados y c) el subsistema macrosocial al que corresponde la  
formulación y evaluación de políticas sociales (Molina y Romero, 1994, p. 14) Aunado a lo anterior, se recalca la  
hegemonía de los presupuestos positivistas, que siguiendo a Guerra (1995), se apoyan en la racionalidad  
instrumental, que es la racionalidad substantiva del orden social burgués. (Al respecto ver Netto et al., 1992).  
Freddy Esquivel Corella  
directamente la obra de Marx, así como identificar sus influencias en el campo profesional  
costarricense.  
Dicho proceso ha sido complejo hasta la contemporaneidad, tanto por la notoria  
ausencia de la tradición marxista en las ciencias sociales de esta región, por el rigor y  
sistematicidad que se demanda para penetrar en las obras del pensador alemán, así como para  
intentar confrontar al entorno intelectual antes descrito, que, por ejemplo, para el contexto local,  
se sintetizaba en la hegemonía estructural-funcionalista, sistémica y donde prevalecía la ética  
neotomista con traslapes protestantes (Castro, 2019).  
De tal manera, se recalca que fue en el proceso de investigación de los trabajos finales  
para optar por el grado de licenciatura en Trabajo Social, tramo académico en el que se exige,  
por ejemplo, una tesis inédita, donde se posibilitó filtrar principalmente de “abajo para arriba”  
el debate de la instrumentalidad.  
Destacaron en ese período finisecular, algunos ejes nucleares relacionados con la  
naturaleza de la profesión, los textos de Montaño (1998) y Martinelli (1992), las explicaciones  
de Iamamoto (1995) sobre el Servicio Social y la división social del trabajo, los razonamientos  
de Netto (1995) sobre la categoría profesional y su organicidad con las amplias  
transformaciones del capitalismo monopolista, así como la obra de Pereira (2002) sobre  
necesidades humanas; pero en la particular experiencia de quien escribe, el desafío fue  
recuperar el debate de instrumentalidad de Guerra (1995).  
700  
Instrumentalidad y los desafíos para asimilar el debate en la formación académica  
A partir de lo reconstruido anteriormente, sería mezquino iniciar este breve apartado sin  
dejar de referir a que, al inicio del siglo XXI en la Universidad de Costa Rica, se empezó a  
formular una reforma curricular entonces liderada por la profesora M.Sc. María Lorena Molina;  
en ella se trataban de incorporar algunos de los insumos bibliográficos antes referidos; dicha  
propuesta formativa, se consolidaría en el año 2004 (Molina; Morera; Ruíz, 2005), sin embargo,  
a nuestro entender, cinco aspectos generaron tensiones importantes, y siguen pesando más de  
veinte años después, en especial, para discusiones asociadas a la categoría instrumentalidad.  
El primero refiere a una dispersión, imprecisión y falta de rigor del debate de la tradición  
marxista en la formación académica, ya que, al recuperar las lecciones aprendidas del  
Movimiento de Reconceptualización, cabía preguntarse para esos años, cómo asimilar las obras  
antes mencionadas de la Biblioteca Latinoamericana de Servicio Social, adoleciendo del  
estudio, al menos elemental, pero riguroso y directo, de la obra de Marx.  
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Principalmente, porque, a nuestro entender, dichos contenidos fueron delegados a los cursos de  
sociología, que transformaban el patrimonio marxiano en otra corriente sociológica, donde la  
fuente de referencia que predominaba era el Manifiesto del Partido Comunista (Marx; Engels,  
1970).  
En segundo sitio, la carencia de profesorado que pudiera impartir esos contenidos, tanto  
por la ausencia de personal que hubiese estudiado marxismo (ya que la mayoría se adscribían  
al funcionalismo y la teoría de sistemas), y que validara su lugar indispensable en la formación  
de profesionales en Trabajo Social; junto a ello, que estas docentes también dieran evidencia  
de haber profundizado en las obras de lo que paulatinamente pasó a llamarse más extensamente  
en América Latina: Trabajo Social Crítico7.  
Como tercer aspecto, que fue insalvable, al avanzar en el asunto del fundamento teórico-  
metodológico de dicha reforma, predominaron las formulaciones planteadas por Molina y  
Romero (2001), obra criollamente costarricense, llamada “Modelos de intervención asistencial,  
socioeducativo y terapéutico en Trabajo Social8”, lo cual, generó que ello colisionara con la  
matriz crítica que los debates antes mencionados advertían, y que luego se recalca en la obra de  
Guerra sobre instrumentalidad y la racionalidad formal abstracta.  
Como cuarto asunto, se sitúan las llamadas “prácticas profesionales”, mismas que  
reflejaban una mixtura que arrastraba lógicas de la era del Movimiento de Reconceptualización  
-grupos populares, educación popular, prácticas fuera de las lógicas de la política estatal (con  
influencias formativas abstraídas del análisis del mundo laboral, bajo las reflexiones que  
desataba el estudio de la división social del trabajo que discutía Iamamoto, 1995)-, tratando  
701  
7
Lo cual, se agravó por la carencia de un programa de posgrado que resolviera este asunto, debido a que las  
titulaciones de maestría existentes fueron derivadas también de la fuerte impronta del Social Work, concentrando  
sus contenidos y titulaciones en la intervención terapéutica, la investigación positivista y la gerencia social, este  
último eje, se tornó de importancia para los avances que luego germinarían asociados al tema de la investigación  
sobre instrumentalidad profesional. Léase: Maestría en Trabajo Social: este posgrado (…) plantea tres rutas  
académicas como opciones de los interesados (as) i) Gerencia Social como respuesta al desafío de un Estado que  
fortalecerá la inversión social y sea garante de una mejor administración y que por lo tanto requiere de  
profesionales especializados, ii) Intervención terapéutica: es requerida la especialización en tanto la complejidad  
social y sus repercusiones en lo individual y familiar incrementa la necesidad de profesionales que contribuyan  
con los sujetos en los procesos de esclarecimiento sobre sus sistemas de relaciones-comunicaciones (…) iii)  
Investigación: el tránsito de profesión a disciplina es un desafío actual. Superar interpretaciones e intervenciones  
basadas en el empirismo, sentido común, es un requisito medular en el desarrollo científico y la investigación es  
el vehículo para generar conocimientos y desarrollos teóricos (Molina; Romero, 1994, p. 36-37).  
8 En lo referente a la práctica profesional del Trabajo Social, Guerra (2017) afirma que históricamente su formación  
ha sido limitada a la enseñanza de instrumentos y técnicas de las “llamadas metodologías de acción”. En este  
ámbito la concepción de práctica es la de adiestramiento y entrenamiento. Así como al aprendizaje estricto de los  
campos de acción que contribuye a reforzar la concepción positivista de la “dicotomía entre teoría y práctica”;  
para la autora, la práctica profesional tiene que estar vinculada a las dimensiones técnico-instrumental, teórico-  
intelectual, investigativa, ético-política y formativa.  
Freddy Esquivel Corella  
también de replicar en los espacios donde se desplegaban las experiencias “prácticas”, los  
modelos arriba señalados.  
Finalmente, en quinto sitio, asociado a la prolongación de la carencia de la enseñanza  
rigurosa y analítica de la obra de Marx (incluso sin entrar en el terreno de la producción  
lukacsiana9), de la prevalencia de cuadros académicos con escasa formación actualizada en esos  
debates, que habían heredado en sus licenciaturas estudios neopositivistas y con la intención  
por legitimar los fundamentos teórico-metodológicos desde una propuesta de modelos de  
intervención en los “espacios de práctica”, emergieron importantes antinomias en el debate de  
la ética en la formación, ya que se continuó con una prolongación de la vertiente neotomista y  
protestante, lo cual, tampoco amarraba con los impulsos que para entonces ya eran colocados,  
por ejemplo, en las obra de Barroco y que se tradujo al castellano en el 200410.  
Así las cosas, avanzar en los aportes sobre instrumentalidad, como en lo que respecta al  
análisis de mediaciones, fue más que un proceso materialmente distorsionado, con limitaciones  
de profundización teórica y carente del rigor académico e intelectual que este debate exige.  
En la actualidad, la discusión sobre la instrumentalidad se ha incorporado, con las mismas  
falencias arriba anotadas, incluso como una expresión más de los debates teórico-  
metodológicos contemporáneos, al lado de otras explicaciones modernizadoras, posmodernas  
y decolonizadoras.  
702  
Ahora bien, en lo que respecta a la investigación académica, la instrumentalidad ha  
ganado quizás más terreno, por la impronta de ciertas maniobras de docentes que, habiendo  
hecho estudios doctorales, algunas de ellas en Brasil, así como muy estrechamente vinculadas  
al debate marxista, recuperan su aporte para la aprehensión de los objetos de pesquisa, bajo el  
entendido de que en la mayoría de las ocasiones hay que regresar a subsanar condiciones como  
las expuestas párrafos atrás en la formación del estudiantado.  
Los trabajos finales de graduación asociados a la reproducción socio-laboral de la  
categoría profesional han sido los que latentemente incorporan el análisis de instrumentalidad  
9
Otra de las determinantes en el debate de instrumentalidad es el indispensable estudio directo de la obra del  
filósofo húngaro György Lukács, cuya Ontología del Ser Social aún no se encontraba traducida al castellano; un  
primer texto desprendido de esa monumental producción empezó a circular hasta 2007 en España, editada por  
Akal S.A., bajo el título Marx, ontología del ser social. Para entonces básicamente se tenía acceso a los cuatro  
tomos que publicó Editorial Grijalbo de Estética (1966); luego al conjunto de ensayos intitulados Historia y  
Conciencia de Clase (1969) y El joven Hegel y los problemas de la sociedad capitalista (1970). Capítulos de la  
Ontología del Ser Social fueron paulatinamente traducidos por Ediciones Herramienta de Argentina: Ontología  
del ser social. El trabajo (2004); Ontología del ser social: la alienación (2013). De manera más reciente se publicó  
en castellano Sobre la ontología del ser social/I. Prolegómenos. Cuestiones de principio de una ontología que hoy  
es posible (2024), por parte de Prensas de la Universidad de Zaragoza, España.  
10 Como referencia asociada al debate ético político, ya circulaba en Costa Rica en portugués la obra de Adeodata,  
Vinagre, Apolinari y Gonelli (2001).  
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30 años de debates sobre instrumentalidad:  
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en Costa Rica, lo cual, ha potencializado generar conocimientos sobre campos inexplorados  
donde se contratan estos (as) agentes, tales como empresas transnacionales, empresas  
nacionales, cooperativas, fundaciones, asociaciones obreras, así como para comprender el  
mercado general de empleabilidad profesional, la supervisión del trabajo profesional, la  
flexibilización laboral, el desempleo en el gremio, los nuevos nichos socio ocupacionales y el  
debate ético-político.  
Vinculado a ello, también ha sido referente para las investigaciones que analizan  
intervenciones profesionales en materia de violencia contra las mujeres, ámbitos de la  
educación primaria y universitaria, farmacodependencia, elaboración de informes sociales,  
participación social, promoción de la salud, protección del recurso hídrico, cuido, educación  
sexual y política criminológica, entre otras áreas.  
Instrumentalidad como soporte de una experiencia investigativa  
En línea con lo expuesto en las páginas anteriores, corresponde ahora recuperar la  
experiencia de quien escribe, al haber desarrollado la primera investigación directamente  
suplida por la obra de la profesora Guerra (1995) sobre instrumentalidad en el campo  
profesional en Costa Rica, específicamente en materia de gerencia de servicios sociales.  
Para dicha investigación, se colocó la exigencia de un razonamiento11 onto-histórico, entendido  
como aquel que busca comprender la naturaleza material del ser social (objetiva y subjetiva),  
y, por tanto, la totalidad que edifica12 y le mediatiza; para nuestro interés, en la generalidad del  
modo de vida de la sociedad burguesa capitalista y su dialéctico proceso donde se reproduce el  
trabajo (Gonçalves; Rodrigues; Pereira, 2020; Netto, 2023).  
703  
Esa aprehensión onto-histórica, decantó en la demanda analítica de mediatizar y  
desfetichizar el objeto de estudio, o sea, la gerencia de servicios sociales, que se ha colocado  
en los procesos de intervención profesional, más allá de reconocerlos como meros “hechos”;  
por el contrario, exigió profundizarlos en sus movimientos dinámicos, saturados de historia, de  
correlaciones de fuerzas y de antagonismos teleológicos (Netto, 1978).  
11  
Sobre ello se adiciona: “La racionalidad dada por la razón dialéctica es la síntesis de procedimientos activos e  
intelectivos y se torna un adjetivo de la razón que desalinea, desmitifica, niega lo dado en su apariencia y es capaz  
de engendrar acciones que ultrapasan la dimensión manipuladora e instrumental” (Guerra, 1995, p. 44, traducción  
propia).  
12 Guerra (1995) señala que la razón, a lo largo de la historia, se ha vinculado estrechamente con la libertad humana,  
entendida como resultado del dominio sobre la naturaleza y los avances científicos y técnicos. Asimismo, destaca  
cómo la historia se incorpora al contenido de la razón, ya que las personas construyen la historia al responder a los  
desafíos de su tiempo, y a la vez, se constituyen a sí mismas en ese proceso. Esta reflexión se enmarca dentro de  
un debate más amplio y formativo que también ha sido abordado por Lukács (1959).  
Freddy Esquivel Corella  
Guerra (2017) define la instrumentalidad como una categoría propia de la relación entre  
las personas y la naturaleza, que en el orden burgués se transforma en mediación entre personas;  
a la vez, la autora precisa esta noción al considerarla como las propiedades sociales de los  
objetos, atribuidas por las personas en el proceso de trabajo, convirtiéndolos en medios para  
satisfacer necesidades y alcanzar fines, en función de sus posiciones teleológicas.  
En el ámbito del Trabajo Social, la instrumentalidad se presenta como una categoría  
reflexiva que permite identificar las formas de inserción de la profesión, en los espacios socio-  
ocupacionales, como, por ejemplo, las llamadas prácticas gerenciales, así como sus  
competencias y requisitos, conduciendo la comprensión de los vínculos y determinaciones entre  
fuerzas productivas, relaciones de clases, estructura política y expresiones de conciencia en la  
intervención profesional (Guerra, 2000).  
Junto a ello, el debate en cuestión, permitió avanzar en el alejamiento de los tratamientos  
endógenos, eslabonando el análisis al estudio de la reproducción del capital, de sus crisis y del  
significado e implicaciones para la vida social, cuestionando las maniobras de intervención  
imperantes en el campo gerencial, para encubrir o maquillar las devastaciones del mercado en  
la vida social (Vasconcelos, 2015).  
Lo anterior, se recuperó imperativamente, debido a que cuando se abstrae la sustancia  
ontológica del ser social, en el marco de las relaciones sociales instituidas por el modo de  
producción capitalista, se adolece reconocer el conflicto de clases, junto a ello, tampoco se  
identifica a las personas en condiciones de explotación, llegando a refractarse una  
“naturalización” y/o cosificación de las relaciones existentes, como si estuvieran en un “anillo  
de hierro” (Lara, 2017).  
704  
Lo antes expuesto, demandó comprender, según Guerra (1995), la instrumentalidad de  
la práctica profesional13, concatenada al unísono con fundamentos teórico-metodológicos14,  
procedimientos analíticos y categorías intelectivas, a la luz de un proyecto ético-político y de  
sociedad, que extrapolaran el ámbito del Trabajo Social y que interrogaran las racionalidades15  
13 Práctica profesional, es concebida en este escrito como el ejercicio de la praxis profesional del Trabajo Social  
para atender las demandas que la sociedad capitalista burguesa le coloca, bajo un cuerpo de conocimientos al  
amparo de una teoría social, y, por ende, de un proyecto de sociedad, con un colectivamente acordado sustento  
ético-político, que maniobra con recursos técnico-operativos, procedimentales e instrumentales, en escenarios  
altamente contradictorios.  
14 Sobre lo anterior se apunta: Al ser “encuadrado” como profesión de carácter eminentemente técnico, al ejercer  
funciones ejecutivas, el asistente social piensa poder eximirse de la reflexión teórica in totum y fija su foco de  
preocupaciones en su cotidiano profesional, por lo que los modelos analíticos e interventivos, testados y  
cristalizados por sus experiencias y de otros, son suficientes. A esto se combina el elenco de disciplinas que se  
dedican a los hechos de la realidad empírica, que le refuerza un cuadro referencial teórico ecléctico, segregado en  
informaciones parciales, fragmentadas, generalizantes (Guerra, 1995, p. 170, traducción propia).  
15  
Guerra (1995), analiza las diversas matrices fundamentales de la razón moderna, como son el sistema ético-  
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30 años de debates sobre instrumentalidad:  
reflexiones desde la experiencia docente e investigativa del Trabajo Social en Costa Rica  
subyacentes en las formas de ser y pensar de la profesión, así como las finalidades16 colocadas  
en las llamadas praxis gerenciales (Gianna; Mallardi, 2011; Alves; Gianna, 2024).  
Así las cosas, el estudio de Guerra, permitió centrar inéditamente el debate entre la  
instrumentalidad del Trabajo Social y las racionalidades subyacentes en el campo del  
gerenciamiento social, ambas construidas en el campo de las fuerzas en las cuales la profesión  
se reproduce (tomadas como determinaciones diferenciadas de un mismo proceso),  
conduciendo a las comprensiones de las singularidades del Trabajo Social17, en el marco de las  
expresiones universales de la sociedad capitalista consolidada (Soares, 2008).  
El debate sobre instrumentalidad, fue incisivo para develar la racionalidad lógico formal  
para el abordaje de la “cuestión social” desde las llamadas intervenciones gerenciales,  
especialmente en este escenario neoliberal que ha encubierto, entre otros, el traspaso de la lógica  
del Estado a las lógicas del mercado, de pregonar una sociedad civil enlazada a una  
participación social despolitizada y deseconomizada, de legitimar maniobras de hiper-  
focalización, de redistribución asistencialista, de acciones de búsqueda de mayor eficacia,  
eficiencia y maximización de recursos, respaldando los recortes presupuestarios en materia  
social, de flexibilización, desreglamentación y desregulación de los derechos sociales, de  
terciarización de servicios, de desestabilización y destrucción del empleo (Silva, 2021).  
Igualmente, al tenor de estas reflexiones se constató que la valoración, evaluación y legitimidad  
de políticas y servicios sociales, que esas prácticas gerenciales apuntalan, pasaban  
tendencialmente a ser tamizadas reiteradamente según criterios racionalistas lógico-formales,  
que respondían a su “función” de complejos minimizadores de conflictos y reproductores  
parciales de fuerza de trabajo (Pontes; Oliveira; Marinho, 2022).  
705  
Lo cual, trajo a colación que desde su naturaleza, el Trabajo Social históricamente ha  
estado intentado responder a las demandas que el colectivo profesional recibe contextualmente,  
coyunturalmente y epidérmicamente, producto de la sociabilidad imperante y encarnadas en las  
condiciones de vida de camadas expoliadas cada vez más numerosas; teniendo como  
contracara, las presiones de los entes contratantes para gerencialmente, atenuarlas, disimularlas,  
filosófico kantiano y la filosofía especulativa de Hegel, además, incorpora referencias a la razón dialéctica y a su  
contrapunto el racionalismo formal-abstracto, reflexiones que la llevan al estudio del racionalismo burgués  
moderno, como última forma de explicación y organización de la sociedad.  
16  
Entendemos, según escribe Guerra (2017), que la teleología va a estar siempre permeada por dos elementos,  
razón y voluntad; ya que son ellos quienes direccionan las escogencias de “el qué”, “cómo” y “para qué” hacer, de  
ahí que los resultados de las acciones dependen tanto de la existencia de condiciones favorables, como de lo  
coherente de las escogencias y de las intervenciones práctico-críticas a los objetivos y al proyecto ético-político  
que se prioriza, y también de la correlación de fuerzas presentes en el momento.  
17  
Dentro de las contradicciones a las que se enfrenta el Trabajo Social, es necesario ubicar el espacio donde se  
crea y reproduce la profesión, el cual es altamente sincrético, ya que su génesis se ubica en un marco de demandas  
altamente fragmentado y carente de un referente teórico crítico-dialéctico (Netto, 1995).  
Freddy Esquivel Corella  
condicionarlas, anticiparlas y controlarlas, como aparentes respuestas (Gianna, 2015; Lavoratti;  
Costa, 2016; Siqueira, 2023)  
Derivando en la comprensión del colectivo profesional, en su innata condición  
asalariada18; lo cual, es todavía un imperativo mayor, para establecer parámetros de  
movilización en espacios de incertidumbre que arrojan las mediaciones constitutivas de su  
intervención profesional19 (Horst; Freire; CRESS, 2023; Sousa, 2008; Guerra, 2020).  
Por ello, se logró debatir aquellas concepciones que argumentaron que la intervención se  
encuentra regida por procedimientos, criterios, normas y reglamentos previamente definidas  
por las organizaciones sociales, sobre los cuales las (os) agentes profesionales no ejercen  
influencia, resistencia, reconducción o espacios de maniobra alguna (Guerra, 2025; Forti;  
Guerra, 2010).  
Todavía, de manera más delimitada, en especial para una profesión con demandas de  
intervención tan determinantes como lo es el Trabajo Social, y en los llamados espacios  
gerenciales, la investigación de Guerra (1995), auxilió para situar los influjos que han tenido  
preponderancia para ecualizar la comprensión entre naturaleza y sociedad, al limitar el  
conocimiento a la apariencia inmediata, donde el racionalismo formal acaba por trasladar  
procedimientos del método lógico experimental para el análisis de la sociedad, lo que permite  
establecer tanto modelos20 de explicación, como patrones programáticos de intervención social,  
706  
18  
Léase muy detenido lo siguiente: “(porque por favor, no nos hagamos ilusiones, quien entra a trabajar a una  
institución, a una organización, tiene compromisos muy claros y no los puede violar arbitrariamente) (...) Este rol  
mediador no significa ni un aporte a la sublevación o a la insurrección general. Significa (...) colocar una especie  
de piso donde se pueda transaccionar, negociar” (Netto, 1998, p. 48). Debe reconocerse también que el/la  
profesional en Trabajo Social vivencia algunas premisas similares que el resto de las camadas asalariadas en el  
capitalismo, vendiendo sus conocimientos, habilidades interventivas, prácticas privativas por ley, elaboración de  
ciertos productos -peritajes, estudios, diagnósticos, informes, evaluaciones, investigaciones, entre otros ,  
respondiendo por lo tanto a las exigencias de la organización contratante, sea por jornada laboral, resultados,  
cumplimiento de objetivos o entrega de evidencias específicas.  
19  
A lo cual se agrega: “(…) la legitima demanda proveniente de las necesidades sociales de los segmentos  
demandantes de los servicios sociales. La demanda profesional incorpora la demanda institucional pero no se  
restringe a ésta, pudiendo y debiendo ultrapasarla. La construcción de la demanda profesional impone al  
profesional la recuperación de las mediaciones ontológicas e intelectivas que dan sentido histórico a la  
particularidad del Servicio Social en una totalidad dada relativa” (Pontes, 1995, p.174, traducción propia). De no  
aprovechar el trabajo con las mediaciones, el o la profesional pueden ubicarse en lo que se ha llamado el profesional  
domesticado o cínico, o bien el/la héroe, léase: “ La primera es la de, simplemente ejecutar sus atribuciones  
institucionales, o sea, desempeñar aquellas atribuciones que le están asignadas por la institución (...) puede  
simplemente situarse ejerciendo una función unilateral, situarse como un vector ejecutivo de la organización o de  
la institución (...) la segunda, es ejercida por aquel profesional que -aun manteniéndose en el espacio de la  
institución o de la organización- pretende hacerse vector únicamente de las demandas de los usuarios, o sea, una  
sola dimensión en el sentido opuesto (...) Es el profesional heroico, es aquel tipo que está dispuesto incluso a perder  
su trabajo, y casi siempre lo pierde. Y al perderlo, no pierde solamente sus condiciones de reproducción, su salario,  
también pierde el espacio profesional específico, porque es precisamente en este campo de tensión que él puede  
desempeñarse como Trabajador Social. El resto es militancia, muy generosa, muy respetable, pero militancia  
profesional voluntaria, que es una forma de escaparse o ser expulsado del campo profesional” (Netto, 1998, p. 36-  
37).  
20  
A lo cual se adiciona: Este repertorio técnico tiene su racionalidad hipotecada a las regularidades sociales  
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reflexiones desde la experiencia docente e investigativa del Trabajo Social en Costa Rica  
para lo cual se ofrece un conjunto de procedimientos manipulativos e instrumentales que orbitan  
en la positividad de los llamados hechos sociales en el capitalismo (Siqueira, 2022).  
Dos ejemplos de ello, en las prácticas gerenciales, han sido la radical influencia de la  
teoría general de sistemas y sistemas complejos, donde se fortalece la concepción del método  
como el conjunto de procedimientos y/o reglas de conocimiento (cuyo legado de Durkheim es  
ejemplar), o hasta como medio de aplicación prescriptivo del Trabajo Social, y en segundo  
lugar, los referenciales pragmatistas y neopragmatistas que siguen emanando de los influjos  
anglosajones trenzados con la posmodernidad y el posestructuralismo, suspendiendo cualquier  
asidero ontológico de la vida social (Gianna, 2016; Berringer, 2019; Guerra, 2022; Potter,  
2017).  
Guerra (2007) pone de manifiesto que en el colectivo profesional es constante la  
demanda de “nuevos” instrumentos operativos, o bien de la efectiva aplicación de la teoría en  
la práctica, lo cual, se vincula al señalamiento de que en el caso de la gerencia social,  
tendencialmente se ha brindado la ilusión que su ubicación privilegiada en las líneas de mando  
o toma de decisiones, establece una supuesta excepción a otras prácticas tradicionales; sin  
embargo, ello no rompe en absoluto con que él o la profesional se circunscribe a un espacio  
inmediato que captura apenas la forma de aparecer de los hechos y los fenómenos, pero no  
alcanza sus propiedades constitutivas, tampoco su naturaleza contradictoria y las posibilidades  
de revertir que ellas poseen.  
707  
Según el análisis realizado desde la instrumentalidad acerca del gerenciamiento de  
servicios sociales, se comprueba la reiteración de un espectro racional que sigue estimulando  
en el ejercicio profesional la fijación de los hechos en patrones y procedimientos  
predeterminados, lo cual limita la conexión, la articulación, o la vinculación entre las instancias  
socio-económicas, políticas e ideo-culturales, impidiendo rescatar las mediaciones21  
ontológicas22 presentes en el modo de vida en que el capital se reproduce (Morais; Sobral, 2023).  
epidérmicas del orden burgués -tal repertorio es esencialmente la transcripción inmediata de éstas al plano del  
pensamiento formal abstracto. Por eso mismo, en los períodos donde la reproducción de las relaciones sociales se  
da sin revisión crítica de su procesamiento estable (o sea, fuera de las situaciones de crisis), su articulación teórica  
y su instrumentación práctica- tanto sus sistemas de saber cómo sus instrumentos técnicos, se revelan sincronizados  
a las epidermis del movimiento social y aptos sea para aportar una explicación coherente sobre éste, sea para  
encontrar formas interventivas como grados viables, pero efectivos, de eficacia (Netto, 1995, p. 99).  
21 Reconociendo la discusión ontológica e intelectiva de las mediaciones, se pone de relieve que el o la profesional  
en Trabajo Social actúa con y en las mediaciones, pero no es una de las mediaciones, o un/a mediador/a, aunque  
sí un/a articulador y potencializador de mediaciones, en una palabra, escribe Pontes, “(…) él actúa en los sistemas  
de mediaciones que moldan las refracciones de la “cuestión social”, constitutivas de las demandas sociales a la  
profesión” (Pontes, 1995, p. 177, traducción propia).  
22  
Pontes señala al respecto: La búsqueda de la expresión de las leyes universales, presentes en el espacio  
institucional, con la consecuente abstracción de las condiciones singulares que tipifican los problemas sociales que  
demanda acción profesionalizada, conducen al movimiento complejo de la razón en la reconstrucción del objeto  
Freddy Esquivel Corella  
Justamente, parece ser que las maniobras gerenciales, más bien refuerzan esas  
directrices a favor del capital, de las lógicas del Estado, del mercado, de los condicionamientos  
de los organismos internacionales y sus patrones de dirección, con nuevos lenguajes,  
justificaciones, evidencias amoldadas a los fines que se persiguen, operando como un  
importante soporte ideológico (Ver Esquivel, 2022).  
Lo cual, desata una intervención centrada en la búsqueda de la manipulación de  
variables empíricas (vertidas en la cotidianidad), como escenario inmediato de este conjunto de  
agentes profesionales del entramado gerencial, mostrándose aparencialmente como destrezas  
efectivas, amparadas también a particulares marcos éticos23 (Lima; Rodrigues, 2024).  
Por lo cual es valioso subrayar lo que advierte Guerra (1995), cuando acota que en esas  
condiciones, las discusiones sobre el significado social y político de la profesión pasan a  
segundo plano, en detrimento de las formas de realizar la intervención, debido a que al no  
atribuir la debida importancia a las expresiones de representación de la profesión -a su razón de  
conocer-las(os) asistentes sociales, suprimen el contenido social de sus acciones, e incorporan  
(acríticamente) el contenido funcional, social y “naturalmente” atribuido”.  
Lo anterior, en la experiencia de investigación desarrollada, se comprobó en cambios  
promovidos por las propias personas en las nomenclaturas de sus puestos, pasando de ser  
profesionales en Trabajo Social a gerentes regionales, de área o de servicios; más orgánicos a  
la estructuración institucional que a la categoría profesional.  
708  
Tal y como se ha logrado ilustrar, esas expresiones inmediatistas que se contienen  
muchas veces como verdaderas en los nichos ocupacionales, solamente reproducen una  
tendencia simplificadora de la complejidad que se entrama en los procesos de intervención  
profesional.  
Lo anterior, es reforzado al reconocer que la racionalidad positivista hace posible que la  
realidad no se revele tal cual de manera automática; por ello, se exige que los y las profesionales  
de intervención de los sujetos y las refuerzas sociales presentes. Este procedimiento cognitivo no significa un  
abandono de lo empírico, de la dimensión fáctica, sino, la búsqueda de su particularidad ontológica (Pontes, 1995,  
p. 168, traducción propia).  
23 Esa instrumentalización esta mayormente permeada por la racionalidad lógico-formal abstracta, que viene a ser  
respaldada en los sustentos del discurso conservador, y reforzados por la ética neotomista. Esa relación no le  
permite superar el panorama inmediato que se le refuerza ideológicamente, por lo cual, apega su ejercicio  
profesional al cumplimiento de los valores que son fundamento del pensamiento conservador. Por ende, el  
aislamiento de lo político en el ejercicio profesional, según la racionalidad hegemónica, lo torna más científico, y  
por la ideología que lo baña, lo hace supuestamente más neutral. Desde una posición endogenísta y  
neoconservadora, la profesión del Trabajo Social en su referencial ético-político, conserva y reproduce los  
elementos que constituyen un legado ético de las corrientes neotomistas, asimismo, un aislamiento de lo político  
como parte constitutiva de las mediaciones donde los/as profesionales desarrollan su práctica; incluso se acepta  
por parte de algunos grupos que el ejercicio del Trabajo Social no es político, que no son personas políticas y, por  
ende, que lo “político” está fuera de su marco de acción profesional.  
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reflexiones desde la experiencia docente e investigativa del Trabajo Social en Costa Rica  
aprehendan las determinaciones que se generan en la relación capital-trabajo, como una  
totalidad altamente contradictoria, en relación con el movimiento social que emana de los  
conflictos que estas relaciones generan.  
En el espacio de las demandas organizativas ante el intelecto del profesional, éstas  
aparecen sin mediaciones, norteadas por los objetivos técnico-operativos, como un fin en sí  
mismo, y según la experiencia de la investigación desarrollada por quien escribe, bajo  
discursivas de “bien común”, “justicia social”, “democratización”, “participación”,  
“priorización”, “uso racional de los recursos”, “responsabilidad” y “concientización”.  
Por ello, Guerra (1995) coloca de forma innegociable, interrogar a la categoría  
profesional en el debate del mundo del trabajo, de las relaciones de clases, de las  
configuraciones del Estado, de la socialización y la sociabilidad, y de sumo interés, penetrar en  
la recuperación de las políticas sociales, no apenas en cuanto espacio de inserción privilegiado  
del Trabajo Social, si no, sobre todo, en razón de su determinación, ordenamiento y prescripción  
de las formas de intervención  
Sin embargo, Guerra (1995) reconoce que la razón24 no es por sí sola determinante de la  
realidad, pero sí una forma de percibir y comprender lo real; es la vía que, según su argumento,  
reestablece el encuentro entre la persona que conoce y el objeto a ser conocido, lo cual, no se  
debe confundir con identidad, ya que la realidad siempre es más rica de determinaciones que la  
capacidad intelectiva de atraparlos.  
709  
La razón es una condición en el momento en que el pensamiento busca aprehender la  
realidad como movimiento, y es por eso que tiene que recorrer abstracciones más simples, dadas  
por el intelecto, en el sentido de determinarlas por medio de las mediaciones que vinculan los  
hechos a determinados procesos, saturados de determinaciones. Ella lleva en su interior la  
posibilidad de establecer relaciones, reconocer y reconstruir las condiciones objetivamente  
dadas25.  
Al razonar, se incorporan los elementos del sentido común, necesarios para las acciones  
cotidianas, como aquellas construidas por los procedimientos que el intelecto realiza,  
24 Desde luego la razón es capaz de refigurarla por la vía de del pensamiento: “La razón es lo que da inteligibilidad  
a los hechos y estos se constituyen en sus fundamentos, al mismo tiempo en que son constituidos, constitutivos y  
constituyentes de relaciones que obedecen a los principios de causalidad y contradicción” (Guerra, 1995, p. 43,  
traducción propia).  
25  
Pontes (1995) agrega que delante de un cuadro aproximativo del movimiento dialéctico de las categorías  
históricas y de las mediaciones ontológicas, el o la agente profesional podrá participar del proceso intelectivo,  
seguramente, con posibilidades más amplias de alcance de atención de las demandas socio-profesionales. Además,  
el autor explica que pueden existir profesionales que trasciendan y reconstruyan las mediaciones donde  
intervienen, y otros/as que no lo hagan; en ambos casos, éstas se encuentran presentes ya que son ontológicas, y  
no una “opción”.  
Freddy Esquivel Corella  
superándolo; por tanto, se atrapan las conexiones causales de la realidad en la propia praxis,  
que, al engendrar nuevas conexiones en la realidad, permite refigurar la realidad por el  
pensamiento (Netto, 1998).  
Por tanto, deben localizarse histórica y teóricamente el campo de tensiones, oculto en la  
lógica rectilínea de la demanda organizacional, lo cual, implica reconstruir las verdaderas  
demandas socio-profesionales, a través de un análisis de negociación de lo inmediato,  
trascendiendo el elemento empírico26.  
Obliga todo ello a recuperar las conexiones entre la singularidad-particularidad-  
totalidad27, por tanto, se vienen a romper los moldes lógico-formales construidos por medio de  
la razón predominante.  
Por ello se exige la necesidad de que la categoría instrumentalidad asuma un papel  
central en el plano del análisis como de la intervención del profesional, y por ende en la  
propuesta de gerencia social, ya que él o ella se mueven en una totalidad compleja en relación  
con otra más compleja y totalizante.  
Consideraciones finales  
La teoría social marxista, logró adensarse de forma muy diversa en el campo profesional  
luego del Movimiento de Reconceptualización, recuperando las lecciones aprendidas durante  
ese proceso; el debate sobre instrumentalidad justamente es una evidencia destacada que  
requiere un entramado de elementos académicos, intelectuales, políticos y culturales que son  
difíciles de situar a lo largo de los procesos académicos de Trabajo Social en América Latina.  
En Centroamérica, la categoría profesional aún se tiene que desafiar intelectualmente,  
académicamente, profesionalmente y políticamente para calibrar la densidad de estos análisis  
en sus procesos de formación e investigación, caso contrario, vulgariza, positiviza y deforma el  
debate de instrumentalidad.  
710  
A juicio de quien escribe, esta región, junto con la América Insular, es la más vulnerable  
y frágil en términos de la direccionalidad y fundamentos profesionales en el continente, quizás,  
26 De esta manera, en su dimensión ontológica (o sea que existen en el ser social independiente de la razón), estas  
mediaciones que estructuran, informan, permiten movimiento, dan textura histórico-social, colaboran en el pasaje  
entre las instancias constituyentes de la totalidad, a través de racionalidad dialéctica; por ello se pone en relieve  
que: “Este es el movimiento de la razón buscando a través del movimiento de lo abstracto a lo concreto, capturar  
las mediaciones ontológicas en su propia estructura del objeto de conocimiento por el sujeto cognoscente. Este  
movimiento va a permitir el ultrapasaje de la fatalidad, con la recuperación de las categorías históricas (concretas),  
conduciendo al agente profesional a una comprensión relativamente próxima del movimiento y constitución del  
objeto” (Pontes, 1995, p. 175, traducción propia).  
27  
Léase: “La racionalidad dada por la razón dialéctica es la síntesis de procedimientos activos e intelectivos y se  
torna un adjetivo de la razón que desaliena, desmitifica, niega lo dado en su apariencia y es capaz de engendrar  
acciones que ultrapasan la dimensión manipuladora e instrumental” (Guerra, 1995, p. 44, traducción propia).  
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30 años de debates sobre instrumentalidad:  
reflexiones desde la experiencia docente e investigativa del Trabajo Social en Costa Rica  
cada vez más expuesta a ser absorbida por las líneas maestras del Social Work neoconservador  
y neopragmatista, en especial, en esta coyuntura de crisis del imperio yanqui, lo que pone en  
juego nuestro sueño de la Patria Grande, en palabras de Simón Bolívar.  
Es una verdad incuestionable que debates como el de instrumentalidad ascienden del  
sur de América, desde Brasil principalmente, para el resto del continente y el mundo, los cuales,  
serían imposibles de haberse logrado en muchos entornos académicos de Trabajo Social como  
el centroamericano y caribeño; razón por la cual, se subraya el cuidado y las salvaguardas que  
implican llevar estos avances a nuestros países; ese es un desafío muy complejo, tal y como se  
ha intentado denotar en este escrito.  
Junto a ello, las bases formativas indispensables que reclama el análisis de  
instrumentalidad, potencian los correctos procesos de investigación, caso contrario, se  
reiteraran las deformaciones demostrando nuevamente la “miseria de la razón”.  
Por su parte, la delimitación explicativa de los objetos de investigación, auxiliados por  
el debate de instrumentalidad, direcciona en gran parte la formulación de los problemas de  
pesquisa saturados de profundos referentes que interrogan la razón, la conciencia, los medios,  
los fines, el asidero ético-político, el proyecto profesional, la sociedad y sus legalidades, así  
como los márgenes de maniobra inmediatos y mediatos.  
Así las cosas, las mayúsculas demandas analíticas desde este asidero son un apasionante  
proceso que estimula la recuperación de los movimientos, los procesos y las contradicciones  
que instituyen la totalidad, con sucesivos acercamientos y direccionamientos precisos.  
La respuesta del entorno profesional y académico a estos análisis, debe también ser  
estimado, en especial en estos tiempos de ultraneoliberalismo, donde el neoconservadurismo,  
el neofacismo y el irracionalismo envuelven importantes parcelas del universo societal-  
profesional.  
711  
Investigar desde la instrumentalidad es una apasionante gesta contestataria, por ello, en  
muchos espacios se nos ha querido acallar…pero aquí estamos, 30 años después, desafiándonos  
nuevamente.  
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