David Gallar Hernández; Isabel Vara Sánchez; Andrés Muñoz Rico
Las productoras cada día están peor pagadas en un círculo vicioso donde cada vez deben
producir más, se endeudan para comprar maquinaria, alquilar o disponer de más tierras, para
tratar de ser más eficientes y productivas. Un callejón sin salida, en el que sólo las grandes
explotaciones y los grandes grupos empresariales pueden mantenerse en pie. Aun así, las
personas productoras siempre están con la espada de Damocles sobre sus cabezas, pendientes
de cualquier evento externo que suponga la subida de precios en los costes de producción. Sin
embargo, la cantidad de dinero que reciben por los alimentos producidos está estancada desde
hace años, a la vez que los precios de los alimentos para las consumidoras aumentan, pero, este
margen de beneficio de los precios no llega nunca a los bolsillos de las productoras, entonces,
¿quién se lleva los beneficios?
El modelo de producción agroindustrial fuerza a quien produce a tener explotaciones
más grandes; más animales, más fertilizantes, herbicidas, plaguicidas y antibióticos, y más
problemas de contaminación de aguas, de tierra, de los propios alimentos y de las propias
personas que trabajan en las explotaciones. Cada vez es más habitual que los pequeños y
medianos productores tengan que cerrar sus fincas porque no les salen las cuentas.
Y en este panorama desolador no podemos permitir que la agroindustria y la extrema
derecha se apropien de los problemas del campo. Lo volvemos a decir: el problema de los
productores no es la ley de restauración de la naturaleza; ni la demanda ciudadana de alimentos
ecológicos a un precio razonable; ni que las instituciones digan que hay que comer menos carne.
El problema del campo no es el ecologismo, no es el animalismo, no es Marruecos, no es el
“anti-patriotismo”. El problema del campo es Mercadona, es Carrefour, es Danone, es Lactalis,
es El Pozo, es Fertiberia, es BASF y Bayer, y lo son también los acuerdos de libre comercio
hechos para la especulación agroalimentaria.
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El malestar y los problemas en el sector agropecuario reventaron en tractoradas
orquestadas y manipuladas por la extrema derecha y la agroindustria en beneficio propio,
tratando de mantener el statu quo y generar una desestabilización política de corte reaccionario,
sin querer, en ningún modo, dar respuesta a los verdaderos problemas del campo. Muchos
tractores salieron a las calles pidiendo, como rehenes de la agroindustria, más intensificación,
más químicos y menos ecologismo. Piden lo único que conocen porque están desesperados y
porque se les ha robado su “identidad” y su “utopía”: ser campesinos, es decir, cuidar de sus
tierras y hacerlo bien y poder vivir dignamente de ello y estar orgullosos de ello. Al contrario,
la extrema derecha pretende apropiarse de lo agrario y culpar de todo a los ecologistas, a los
migrantes, a la Agenda 2030… Esa visión violenta, antiecologista, antifeminista, negacionista
Libertas, Juiz de Fora, v. 24, n. 2, p. 460-472, jul./dez. 2024. ISSN 1980-8518